Hay mensajes que no solo se leen...
Se sienten.
Te atraviesan.
Te recuerdan por qué sigues aquí: luchando, respirando, sirviendo, brillando.
Ayer recibí un mensaje que me sacudió el alma.
Vino de alguien que me encontró cuando apenas era un adolescente confundido, sin educación sexual, sin guía, sin esperanza.
Un joven que, al recibir su diagnóstico, no sintió terror, no sintió vergüenza, no sintió odio hacia sí mismo... porque antes de ese momento, ya me había encontrado a mí.

