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Por 20 años, he traído una verdad dentro de mi: soy una mujer negra viviendo con VIH. Esa verdad no es una carga, sino un regalo —aunque verlo así me tomó muchos años. Cuando me diagnosticaron, la palabra divulgación me daba miedo, se sentía casi peligrosa. Recuerdo las preguntas que corrían por mi mente: ¿La gente me verá de la misma manera? ¿Se alejarán de mí? ¿Me rechazarán, les daré lástima, me tendrán miedo? La sociedad a menudo nos inculca que el silencio es protección, que, si nos quedamos callados, evitaremos ser juzgados. Pero rápidamente aprendí que el silencio también construye muros entre mi persona y las personas que quería amar, en las que quería confiar y con las que quería crecer.
Conocer el poder de elegir
No divulgo mi estado a toda la gente, ni lo cuento todo el tiempo. Pero cuando lo hago, lo considero un acto sagrado.
Estas últimas dos décadas he descubierto que la divulgación no se trata de renunciar al control—se trata de reclamarlo. La divulgación es mi decisión, mi voz y mi ofrenda para el mundo. No es una obligación, pero cuando elijo compartirlo, se convierte en una declaración de autoestima.
Cada vez que comparto mi verdad, invito a las personas a profundizar su comprensión de mí—no simplemente sobre mi diagnóstico, sino también sobre mi resiliencia, mi risa, mi sabiduría y mi salud. La divulgación saca al VIH de las sombras y lo coloca donde debe estar—dentro del contexto completo de quién yo soy. Transforma al estigma susurrado en una conversación abierta. Reemplaza al miedo con el conocimiento, y la vergüenza con la dignidad.
El efecto dominó de compartir
He visto el efecto dominó de la divulgación. Cuando comparto mi historia, alguien descubre el valor para hacer una pregunta que han llevado por dentro mucho tiempo. Una madre toma sus medicamentos más consistentemente. Una persona joven decide hacerse la prueba. Una amiga se convierte en defensora. Divulgar mi estado no se trata de mí—se trata de construir un puente para que otras personas crucen hacia un lugar de sanación, comunidad y fortaleza.
A menudo pienso en la joven que era antes—la que temía ser "descubierta". Lo comparto porque quiero que esa versión joven de mí misma, y cada mujer como ella, sepa que existe la libertad del otro lado del miedo. Lo comparto porque quiero que mis hijas, hijos y nietos hereden un mundo donde el VIH no es ocultado en el silencio pero de lo que se habla con compasión, entendimiento y verdad.
En la divulgación existe poder. Cada vez que cuento mi verdad, le quito poder al estigma y lo reemplazo con la libertad, la sanación y la fuerza.
Un legado de libertad
A la próxima generación, particularmente a las mujeres negras y morenas que frecuentemente quedan excluidas de la conversación, les digo esto: la divulgación no es un castigo. No es una letra escarlata. Es un camino hacia la libertad. Es el momento en que te eliges a ti misma, eliges tu paz y tu poder sobre el estigma.
No divulgo mi estado a toda la gente, ni lo cuento todo el tiempo. Pero cuando lo hago, lo considero un acto sagrado. Es un recordatorio para mí misma y un regalo para las personas que me rodean de que sigo aquí—viviendo, siendo madre y líder, y amando.
Mi regalo para ustedes
Si leen esto, la divulgación de mi estado es mi regalo para ustedes. Es comprobante de que el VIH no puede apagar nuestro brillo, nuestra belleza o nuestro propósito. Es evidencia de que somos capaces de sentir alegría, ser exitosas y vivir largas vidas. Es una invitación para que veas a las personas viviendo con VIH en la plenitud de nuestra humanidad.
Cada vez que revelo mi estado, elijo vivir abiertamente, con valentía y sin pedir disculpas. Y cada vez que escuchas, apoyas o estás en solidaridad con alguien que vive con VIH, aceptas ese regalo y ayudas a multiplicar su poder.
Así que hoy, de nuevo te regalo mi verdad: Estoy aquí, estoy sana, soy una persona completa—y divulgar mi estado es mi regalo para ti.
Una convocatoria para ti
Al terminar de leer, te invito a que reflexiones: ¿Qué significa la divulgación en tu vida? ¿Cómo puedes crear espacios más seguros para las personas que están decidiendo si compartir su verdad o no? Ya sea que vivas con el VIH o si estás en solidaridad con nosotres, tus acciones importan. Muestra compasión. Habla contra el estigma. Celebra la resiliencia.
Porque cuando la divulgación se recibe con amor y comprensión, no solo cambia la vida de una persona—cambia el mundo entero.


