Sí se puede

Submitted on Sep 23, 2024 by  Healing Hope

Como parte de una colaboración con Christie's Place, organización asociada de largo tiempo, The Well Project compartirá historias de su libro "Healing Hope: A woven tapestry of strength and solace" como entradas de blog en nuestra plataforma Una Chica Como Yo. Los puntos de vista y opiniones expresados ​​en este proyecto son de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista o posiciones de The Well Project.


**Advertencia de contenido** Este entrada analiza la violencia de pareja íntima. (recursos disponibles al final de esta página)

Si se siente amenazada ahora, llame al 911 o a la línea nacional sobre violencia doméstica en los EE.UU. al 800-799-SAFE [1-800-799-7233; o 1-800-787-3224 (TTY, teléfono de texto)]. Puede buscar un refugio seguro en la página web Domestic Shelters (https://www.domesticshelters.org/). 

Transcripción de la grabación de audio anónima

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Hola. Yo quiero contar mi historia de cómo me contagié de VIH, porque me gustaría que otras personas se den cuenta que sí se puede salir adelante. En vez de ver que sí es algo muy malo para tu vida te das cuenta de que no, al contrario, es una oportunidad de salir a delante.

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Colorida ilustración de una mujer abrazándose.
Ilustración por Lena Gacek

Yo me casé cuando tenía 16 años. Estaba muy joven y no funcionó la relación. Yo tuve una niña. Me separé de mi esposo cuando tenía mi niña 5 años porque en realidad no era lo que yo quería para mi vida. Me dediqué a trabajar para sacar adelante a mi hija.

Después de un tiempo conocí a otra persona. Yo digo que me enamoré a primera vista de ese muchacho. Y así sin pensarlo, tontamente—ahorita lo veo, pero en ese entonces no lo veía así—, me junté con él. Yo no sabía que él era una persona que tenía vicios. Yo había crecido en mi casa con mis padres y mis hermanos, y nunca supe lo que era una persona que tomara o que fumara o mucho menos, que usara drogas. Entonces yo no sabía lo que era nada de eso. Al yo juntarme con él no me di cuenta que él usaba drogas. Lo único que yo noté es que él era un hombre muy violento. Cambiaba rápidamente de estar contento a estar enojado a estar frustrado. Se ponía muy grosero.

La primera vez que él me pegó, él me había dicho que él quería que le hiciera unos chiles rellenos. Yo dije entre mí, "¿pues cómo se hacen los chiles rellenos?" No sabía cómo se hacían porque mi mamá nunca me enseñó a cocinar. Tal vez mi mama sí me enseñó a cocinar, pero a mí nunca me interesó poner atención. Entonces, cuando yo le hice los chiles, jamás asé los chiles. No me acordé que se tenían que asar primero. En mi primer matrimonio yo no cocinaba. Como fui la primera nuera, pues mi suegra todo me daba y no tenía necesidad de cocinar ni nada. Entonces, cuando se comió el chile, pues tronó porque estaba crudo el chile. Se paró y se me acercó muy cauteloso. Jamás esperé que iba a hacer lo que hizo. Él actuaba ya premeditado, como si ya sabía lo que él iba hacer. Me dio una cachetada muy fuerte. Se me hinchó el ojo. Me levanté de la silla y me fui a la cama y empecé a llorar. Él se acercó a mí y me acarició y me dijo que lo perdonara y yo lo perdoné.

Eso fue el inicio de muchas otras veces que se ponía violento. Me gritaba. Me aventaba. Me cacheteaba. Al tiempo, yo me embaracé. Yo lo quería y yo pensé que él iba a cambiar. Pero, pues no, no cambiaba. A veces era mucho amor, mucho cariño y de repente todo era violencia. Yo decía lo voy a dejar y luego decía no lo voy a dejar y así se pasó el tiempo. Él se portaba muy mal con mi niña. Fue muy grosero con mi niña. Fue muy duro. Viví cosas muy difíciles. Pero yo seguí echándole ganas

Yo conocí una señora con la que yo trabajé. Ella me invitó que fuera a unas reuniones que se hacían en un hotel aquí en Tijuana, de superación personal, cómo aprender a quererse. Cuando empecé a ir con esa señora me di cuenta que lo que yo estaba viviendo no era normal; entonces decidí separarme de él. Cuando yo me separé de él, empezó a buscarme. Me dio muchos problemas. Luego me decía que me quería mucho y que me extrañaba y ahora me doy cuenta que era puro cuento. Nada de eso era cierto, pero en aquel tiempo yo me la creía. Varias veces volvíamos a estar juntos y luego nos retirábamos. Se hizo como un círculo vicioso.

Yo duré casi un año separada de él. Yo por mi lado y él por el suyo. De repente, me empezó a buscar su mamá y que llevara a mi hijo para que viera a su papá. A mí se me hacía muy raro. Le comenté a mi hermana lo que estaba pasando y yo en mí pensé que quería ver a mi hijo porque a lo mejor ya se iba a casar y me dio mucho gusto por él. Pues eso es lo que yo pensaba. Se me ocurrió a mí, llevar a mi hijo a visitar a su papá para que lo viera pues mi hijo ya estaba más grandecito.

Mi esposo era una persona joven, tenía 35 años y muy guapo. Cuando yo llego a su casa para que él viera a mi hijo, sentado en una silla yo vi a alguien que parecía de 60 años, pero era mi esposo. Muy delgado, y demacrado que se veía y yo quedé muy impactada. A mí me dijeron que estaba muy enfermo, pero no me dijeron de qué, lo único en lo que yo pensé era que a lo mejor era anemia. En ese entonces yo sabía que él usaba drogas. Lo seguí visitando, pero no muy frecuente y siempre me decían que solo estaba enfermo y que le hacían varios análisis. Su mamá luego me dijo que él estaba muy enfermo y que ya no se iba a curar. Después de varios análisis decidieron hacerle la prueba de VIH y él salió positivo. Él ya estaba muy deteriorado y ya tenía SIDA, pero los doctores iban hacer todo lo posible para que se mejorara. Intentaron todo con él, pero él ya no pudo y falleció. Cuando él falleció sus hermanas me dijeron que tenía que hacerme la prueba también. Yo les pregunté, y yo por qué, si ya no tenía mucha cercanía con él desde hace un año.

En esos tiempos, mi hijo ya estaba en la secundaria y yo medio escuchaba que le hablaban de VIH. También miraba yo comerciales de eso, pero yo nunca me imaginé que algo así me iba a pasar; que solo la gente en África se contagiaba. Yo decía que no lo tenía y no quería hacerme la prueba. En realidad, tenía yo mucho miedo y pensaba que el SIDA se contagiaba solo por estar hablando cercas con una persona o si la persona te tocaba tu mano. Cuando me enteré que mi esposo tenía SIDA, yo retiré a mi hijo de él porque tenía miedo que se lo pegara a mi hijo. Tontamente, me arrepiento, pero lo hecho ya está hecho.

Después de un tiempo yo quedé en verme con unos amigos. Para poder llegar donde ellos, tenía que pasar por una iglesia. No tengo religión. Mi mamá decía que éramos católicos desde que yo era pequeña, pero en mí, yo no tengo religión, pero creo mucho en Dios. Yo siento mucha cercanía con Dios porque a mí, Dios me ha demostrado de muchas maneras que él está conmigo. Al pasar por la iglesia algo en mí me dijo que entrara. A un lado de la iglesia hay una clínica. Al salirme de la iglesia no la pensé y me metí a la clínica. La enfermera me hizo la prueba del VIH y me dijo que mis resultados llegaban hasta el día siguiente. Me dijo que en caso que los resultados no estuvieran en la clínica, tendría que ir por ellos al laboratorio donde mandan todas las pruebas. Yo le pregunté que por qué tendrían que estar en el laboratorio, ¿acaso se significaba que los resultados salieron positivos? Ella me dijo que no me preocupara por eso.

Al día siguiente fui a la clínica y me dijeron que mis resultados no estaban ahí, sino en el laboratorio. Yo me asusté mucho. Tenía mucho terror, como yo miré cómo terminó mi esposo, empecé a pensar lo peor. Miré como ya no pensaba bien, las calenturas que le daban y no bajaban. Como a cada rato le daba diarrea. Cuando llegué al laboratorio, el enfermero me dijo que por rutina, tenía que sacarme las pruebas otra vez. Yo le pregunté que por qué. Él no quería decirme la razón porqué tenía que hacerme la prueba otra vez. Yo insistí que me dijera, si no, no iba hacérmela otra vez. El enfermero, muy bueno, me explicó que mis resultados habían salido positivos pero que algunas veces se equivocan, entonces por eso tenían que hacerme la prueba otra vez.

En mí, yo ya sabía que no se habían equivocado con los resultados, algo en mí me lo decía, pero decidí hacérmelos otra vez, y en ese instante salieron positivos al VIH otra vez. Cuando me di cuenta de los resultados, sentí como que me iba a morir al siguiente día. Me dieron escalofríos y sentía a la muerte encima. Después le llamé a mi cuñada para que fuera por mí, y me dijo que no tuviera miedo, que todo lo que no pudieron hacer por mi esposo lo iban hacer por mí y que íbamos a salir adelante.

Mi hijo tenía 12 años, casi 13, cuando le empecé a platicar de mi estatus. Me lo llevé a comer y empecé a llorar. Él me preguntó que por qué yo lloraba. Pues le dije que porque yo no quería dejarlo solo porque yo no me quería morir, porque yo tenía miedo. Mi hijo me miró y me dijo que yo no me iba morir porque hay tratamiento. Mi hijo había aprendido mucho del tema del VIH por su secundaria; él tenía mucha información. Tengo un hijo muy maduro y me empezó hablar de que íbamos a salir adelante siempre y cuando me siga cuidando y tomando mis medicamentos.

Empecé a tomarme mi medicamento, ir a mis pláticas de apoyo, seguí trabajando para tratar de mantenerme positiva. Al tiempo me fui enterando de que tener VIH fue una bendición y empecé a darme cuenta que, de lo más duro, lo más difícil que te pueda pasar en esta vida, si tú te lo propones, puedes sacar algo muy bueno. Yo antes me cuidaba de no fumar, no desvelarme, no tomar; ahora me cuido mucho más. Mi manera de pensar cambió, empecé a ir a grupos de autoestima y de cómo aprender a quererme. Estoy aprendiendo a quererme más y valorar las cosas que hay alrededor y a tus seres humanos.


Si usted o alguien que conoce desea recursos o apoyo en relación con los temas anteriores, consulte:

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